Manuel Belgrano y José de San Martín son los héroes máximos argentinos. Compartieron el tiempo de la revolución, la Independencia y la crisis generada por el desmoronamiento del Virreinato del Río de la Plata. Tuvieron las más altas responsabilidades. Estuvieron juntos en Tucumán durante unos meses a comienzos de 1814, cuando San Martín asumió brevemente la comandancia del Ejército del Norte (o del Alto Perú), reemplazando a Belgrano, que había sido derrotado en Vilcapugio y Ayohuma.

Después San Martín fue destinado a Mendoza y comenzaría la campaña libertadora con el Ejército de los Andes; y Belgrano, tras ser enviado a Europa, regresaría a Tucumán, donde permaneció tres años con el Ejército del Norte acantonado. A principios de 1820, acosado por las enfermedades, Belgrano volvió a su casa paterna en Buenos Aires y falleció el 20 de junio. San Martín liberó a Chile en 1817 y a Perú en 1821.

Ahí comienza la mirada de la posteridad sobre los padres de la Patria, que quedaron con dos roles muy definidos: San Martín como el Libertador y Belgrano como el Creador de la Bandera. ¿Se compadecen estos papeles con las responsabilidades que tuvieron en el comienzo de la Nación? ¿Por qué es San Martín nuestro Libertador y no Belgrano?

Las escalas militares

“El rótulo de libertador le quedó a San Martín por la escala de su campaña, más continental, de liberar a Chile y Perú. Además era un militar de carrera”, dice Paula Parolo, profesora adjunta de Historia Económica y Social. “Hay que ver el imaginario colectivo, lo que queda en la cabeza de todos nosotros desde que somos formados en la escuela. Desde el punto de vista historiográfico, actualmente se le reconoce a cada uno su participación en distintos ámbitos de lo que fue la construcción de nuestra Nación y de lo que fue la Independencia. A San Martín, más que nada, desde el punto de vista militar y estratégico. Y que su gesta, su plan, fue de mayor escala en comparación con el desempeño militar de Belgrano, que fue acá en el norte”.

“San Martín tiene una espalda más grande en la memoria colectiva. Por las tácticas de guerra y por haber tenido una participación más continental, más americana”, coincide el historiador Facundo Nanni, que destaca el rol que tuvo el Ejército del Norte al llevar la guerra lo más lejos posible en el límite septentrional, aunque: “quedó como un poco menos prestigioso que el de los Andes”.

Otra formación

Pero las razones para la separación de los roles de cada uno son más variadas. La primera es la diferente formación de Belgrano. “Era una persona de la élite, de los sectores más altos de la población”, cuenta Marisa Davio, doctora en Ciencias Sociales. “Se forma en España, se va desde joven a estudiar ahí e inclusive va a ser uno de los compañeros de Pío Tristán, que está en las batallas de Tucumán y de Salta en el ejército realista. Era amigo de él y ahora se tienen que enfrentar en ese otro bando político. Son dos proyectos que estaban defendiendo en América a partir de la crisis española. Por la invasión napoleónica a España en 1808 hay una crisis de legitimidad muy grande. ¿A quién respondemos ahora si está prisionero el rey Fernando VII? Belgrano va a formar parte de este proceso de cambio en Buenos Aires y lo va a hacer con todos los principios liberales que venían de España y a partir de todo lo que había pasado en la Revolución Francesa”.

“Hay que partir de que Belgrano no es un militar de carrera”, puntualuza Davio. “Él mismo, en su autobiografía, asegura que no tenía mucha idea de la formación militar, igual que Juan José Castelli. Pero se tiene que aggiornar, empezar a instruirse a sí mismo para hacer frente a la revolución y a los distintos frentes de batalla que se dieron a partir de 1810. Se había formado la Junta y había que convencer a las otras provincias de lo que era el Virreinato del Río de la Plata de que se adhieran a esa revolución. Eso no iba a ser tan fácil porque estaban los realistas, que eran los que apoyaban la causa del rey en América, y que también eran americanos. Es decir, a menudo se asume que la guerra era contra el español. Algunos oficiales eran españoles, sí, pero las tropas en general eran americanas. Estaban luchando a favor de los realistas, sobre todo en el Perú”.

Intercambios

Belgrano, que había asumido tareas militares en 1810 en la campaña al Paraguay, debe hacerse cargo del Ejército del Norte tras la derrota de Castelli en Huaqui. En un año, de 1812 a 1813, Belgrano motoriza el Éxodo Jujeño, la batalla de Tucumán y la de Salta. Una campaña brillante que se opaca a fines de 1813 con los desastres de Vilcapugio y Ayohuma, por lo cual es reemplazado en el Ejército del Norte por San Martín.

“Hay muchas cartas de Belgrano en las cuales le aconseja a San Martín cómo hacer la guerra. Él conocía bien el territorio, conocía bien el Alto Perú y San Martín no tenía idea porque venía de Europa (N. de la R: había vuelto de España en 1812). Hacía unos años nomás que estaba acá y lo hacen cargo de este ejército. Belgrano decía que la guerra no es sólo de armas, sino de opinión. Le dice que hay que convencer a las tropas y a la población para que se adhiera, para que identificara la patria con la revolución. También lo que manifiesta es que se debe asociar la revolución a la religión católica, cosa que no había hecho Castelli en la primera expedición. Por eso Belgrano, que era religioso y sabía que la población era muy católica, pone a la Virgen de La Merced como patrona en la batalla. Se logró el triunfo de la Batalla de Tucumán el día de la Virgen… Le daba ese designio divino a la causa. Eso le aconseja también a San Martín”. Esta estrategia también la tenían los realistas del otro lado, agrega Davio. “Joaquín de la Pezuela asociaba la causa realista a la Virgen del Carmen, que era patrona de esa zona del Alto Perú”, detalla.

Idas y vueltas

La alternancia de victorias y derrotas marcan destinos. “Así como hay mucha gente que lo ha elogiado, también Belgrano en vida sufrió instancias de críticas”, explica Nanni.

“Después de Paraguay le hacen juicio por haber perdido, y lo mismo que después de Vilcapugio y de Ayohuma. Lo mandan a Europa y luego lo ponen de nuevo a cargo del Ejército del Norte; no tiene mucha tarea, se encarga de cuidar el Congreso de Tucumán. En el 19 lo apresan, en el 20 muere”. La historia de la detención a manos del alzado Abraham González y dos oficiales que lo van a buscar en su casa de La Ciudadela y le ponen grilletes marca la partida de Belgrano de Tucumán para morir en la caótica Buenos Aires el “día de los tres gobernadores”.

La mirada crítica de Paz

Otro elemento que incide en la imagen de Belgrano ha sido la visión que de él ofrece en sus memorias el general José María Paz, quien había estado bajo las órdenes de Belgrano en Tucumán y en Salta. “Son ambivalentes -explica Nanni-. Dice que Belgrano en la Batalla de Tucumán era una persona modesta, pero cuando volvió en el 16, tras haber estado en Europa, andaba con perfumes, y pone énfasis en que andaba en una volanta. Dice que estaba hecho un soberbio banal, un Napoleón Bonaparte, y eso no es cierto. Pero las memorias del general Paz han tenido mucho peso y han circulado mucho. O sea que habría que hacer una capa de lectura de las sucesivas visiones negativas sobre Belgrano, mientras que San Martín ha ido por otro carril: ha sido menos cuestionado. Ahí está la biografía hiperelogiosa del centenario, ‘El santo de la Espada’, que escribió Ricardo Rojas”, contrasta.

Nanni agrega a eso el incidente en 1814 con Manuel Dorrego por la voz finita de Belgrano. “Es después de que pierde en Vilcapugio y Ayohuma, cuando es desplazado por San Martín. Se encuentran en Tucumán. Belgrano está supervencido: sufrió dos derrotas y la prensa de Buenos Aires habla pestes. No obstante, San Martín lo quiere en su tropa en un cargo jerárquico. Un día hacen la típica fila militar en la que cada uno dice su nombre y la orden del día y debe decir ‘presente’. Cuando lo hace Belgrano, Dorrego se burla con una risita y San Martín lo hace castigar”.

Figuras de la Patria

Cuando Bartolomé Mitre, pasada la primera mitad del siglo y en tiempos de la organización del país, busca definir los íconos de la Patria, escribe sus famosas obras sobre Belgrano y sobre San Martín, y marca las figuras de ambos. En la época de Juan Manuel de Rosas, San Martín había partido al exilio en Francia. Mitre les da roles a Belgrano en la independencia y a San Martín en la emancipación sudamericana, y pone el acento en la creación de la bandera por parte de Belgrano, lo cual ha sido analizado en la historiografía reciente como un modo de quitarle dimensión a un general de la Independencia.

“Mitre dice que la batalla de Tucumán ha sido la más importante para la independencia argentina”, analiza Daniel Campi, investigador en Historia Económica y Social. Al mismo tiempo, “Mitre puso como creador de la bandera a un hombre que salvó la revolución. No sé si San Martín hubiera podido establecerse en Mendoza si no hubieran ocurrido los triunfos de Tucumán y de Salta”.

No obstante, el rol de creador de la bandera sirvió en la construcción del imaginario del país. Parolo explica: “es un símbolo muy significativo en la construcción de la identidad, un distintivo; era asumir que éramos algo diferente a España cuando todavía no éramos una nación. Aunque la creación de la bandera es sólo una de las cosas que hizo”.

Los atributos históricos

En el video “La construcción del prócer”, el docente de la Universidad de Rosario Alejandro Eujanian describe que un año después de la muerte de Belgrano, cuando se recupera la estabilidad política en Buenos Aires, los homenajes públicos que se le realizan son esplendorosos. “Son los primeros grandes homenajes en nombre de una de las grandes personalidades de la Revolución de Mayo de 1810; y le confieren los atributos que se le van a reconocer a Belgrano de ahí en adelante. Los más importantes, los que tienen que ver con su honestidad, su obediencia a las autoridades de lo que era el Directorio del Río de la Plata, que él defiende en su momento contra las provincias federales. A a eso habría que agregarle el desinterés, que va a ser central en un país dividido con continuos enfrentamientos civiles por más de medio siglo. El símbolo que representa Belgrano es la idea de una unidad más allá del partido”. Relata que en los años siguientes, por la poesía patriótica, Belgrano va a ser una y otra vez recordado más o menos repitiendo los mismos atributos, “más los triunfos de las batallas de Salta y Tucumán y la donación de sus sueldos”.

“General portaestandarte”

En la década de 1850, añade Eujanian, la figura de Belgrano adquiere otro carácter. “No pierde estos atributos, pero se agrega otro que desplaza a estos a un segundo orden: Creador de la Bandera. Eso tiene que ver con la recuperación de un episodio que hace Paz en sus Memorias, en 1855, que es el juramento a la bandera en el río Pasaje. Y luego, en 1857, la biografía que escribe Mitre narra por primera vez el acontecimiento del izamiento de la bandera en la ribera del Paraná el 27 de febrero de 1812. Esos episodios recuperados por la biografía convierten a Belgrano en el creador de la bandera”.

Eso se fortalece por el interés de la ciudad de Rosario, que halla la posibilidad de enraizarse con la historia nacional. “Esta asociación de dos símbolos de unidad nacional por encima de los conflictos civiles va a ser una fórmula muy exitosa. Y en la inauguración del monumento a Belgrano en 1873, en la Plaza de Mayo, se lo presenta como lo que llama Sarmiento: ‘el general portaestandarte’. Es decir, en un caballo brioso, pero con la bandera en la mano y la mirada en el cielo, de modo que la figura de Belgrano va a quedar absolutamente pegada a ese acontecimiento, que hasta ese momento había sido menor”. Después, en 1938, en el gobierno de Roberto Ortiz, se establecería el 20 de junio como Día de la Bandera.